En esta segunda parte, la narrativa es el culmen de la belleza hecha palabra, se convierte en el cierre perfecto y medido de las ideas y aventuras ocurridas en el primer volumen; al tiempo que transforma una novela de caballerías en una obra maestra. Con un tono mucho más maduro, e incluso sombrío -sin perder nunca el humor inherente a Cervantes-, seguimos las inolvidables peripecias que van ocurriendo a este genial y loco hidalgo, y a su fiel e inseparable compañero, Sancho Panza, en busca del amor puro y verdadero, el cual siempre quedará grabado en nuestra memoria bajo la imagen de la amada Dulcinea.
